jueves, 30 de octubre de 2008

martes, 21 de octubre de 2008

La Vida es una Orquesta

Hoy quiero compartir con ustedes una cadencia de problemas que me han ocurrido en estos días, de forma canónica. Siempre a contratiempo y como un coral disonante. Debo poner fine a esta situación y empezar da capo; da capo al fine.
Mi vida se ha tornado más aburrida que un canto gregoriano, y he llegado al puntillo de no saber en qué escala estoy, adonde modular o hacer inflexión.
La clave está en que cargo con una armadura que no sé cuantos compases más pueda llegar a sostener. He probado todos los cambios posibles, matices y expresiones que no han hecho otra cosa que llevarme a un estado de tensión que somatiza en mis articulaciones haciéndome doler cada particella de mi cuerpo y no se me ocurre un arreglo.
Un luthier amigo dijo que mi problema es que decido mal, que nunca doy en la tecla, pero a mi eso me pareció pura sonata. Otro me dijo que debía salir más, divertirme, andar con moto por ejemplo.
Le hice caso y salí. No en moto porque tiene rota la caja y le quedó la quinta omitida, pero me tomé el subte y allí conocí una negra mezzo forte que me dejó marcato. Tenía todo bien sostenido y firme como un atril de los que ya no se consiguen. Me miraba con tanto allegreto que me dieron ganas de frotar sus cuerdas. Como el vagón iba repleto me acerqué a ella, me hice el disminuido y le apliqué una apoyatura. Lejos de sorprenderse, mostró simpatía y me respondió con una sonrisa que armonizaba muy bien con su estructura. Eso aceleró mi pulso así que me puse acorde a la situación y enseguida surgió un tema y sus variaciones. Estábamos en sinfonía y nuestras almas parecían tocar música de cámara, era tranquila como un adagio pero de carácter bien temperado sin llegar a ser alterada.
La invité a tomar unas síncopas y accedió con brio. Todo fue moderato pero muy intenso hasta que le hice una propuesta con voz de barítono y pianisimo al oído. Después de un silencio de blanca tomó mi mano, enlazando nuestras digitaciones y me llevó hasta la calle a tomar nuevamente el metrónomo.
Me dijo que conocía un lugar donde reinaba el romanticismo en el que podríamos pasar una noche larga de calderón. Empecé a sentirme con fuoco y moría de ganas por tocar sus timbales.
El lugar se llamaba Cantàbile. Ni bien ingresamos, el conserje, medio pe LA DO y bastante Mayor con séptima fue muy claro:
- Primero efectivo, cantó.
Le pedí un bemol en los costos pero se negó argumentando que el cuarto estaba aumentado así que debí resolverlo. Le entregue todo el dinero y me aseguré de que alcanzara hasta que saliera el Sol.
En la habitación nos miramos y cabeceamos. Ella propuso apagar la luz y matizar el ambiente con Velas 'Bartòk' accedí con gusto y en medio de la penumbra ella se puso en dominante. Sacó mi instrumento del estuche en el que durante mucho tiempo llevaba guardado pero no dejó de ponerle una funda para protegerlo de bicheras o alguna garrapatea. Empezó a interpretar las más bellas melodías con él, hasta que en un pianísimo haz de luz se proyectó en inversión la sombra de lo que menos esperaba. Una plica asomaba de su motete, y mi expresión no se pudo disimular. No era una simple negra, traía consigo un adorno.
Los nervios hicieron trinar mis mordentes, de un grito desafinado interrumpí el cortejo y lo que parecía ser el Nocturno de Chopin terminó siendo el Carnaval de los Animales.
- Pensé que te habías dado cuenta. Dijo con voz de tenor. Mi altura y mis movimientos son más de concierto que de sonatina, creí que eras más vivaldi.-
- Soy yo quien debería estar decepcionado. Excusé. Pensaba encontrar una armónica y me topé con una trompeta.
- Aún así, ¿No te gustaría probar mi embocadura? Preguntó
- No gracias, prefiero terminar esto en un solo.
En fin, espero que no les suceda, este mundo es una Orquesta y uno nunca sabe al lado de quien le va a tocar en la fila.

Sebastián Zanetto

sábado, 18 de octubre de 2008

sábado, 11 de octubre de 2008